Ayer.
Ayer fue ayer.
Hoy.
Hoy es hoy.
Mañana.
Mañana será mañana.
Fue, es, será; las palabras que marcan nuestra existencia.
Hay un desplazamiento de un inmortal pero decadente cuadro al que llamamos tiempo.
Desde hoy a un mes se hará ya un año desde que ese ayer fue mañana.
Y es que aunque siempre es hoy, hoy fue ayer y mañana.
El hoy nunca acaba.
El hoy no perece.
El hoy no fracasa.
Mas sin embargo siempre recordaré el ayer y tendré el mañana.
Pero ¿y cuando los tendré?
Siempre los tendré hoy.
Porque aunque tuve un ayer, ayer fue hoy y mañana.
Los recuerdos vienen del ayer.
Pero siempre llegan hoy.
Mis esperanzas viajan al futuro.
Pero siempre las tengo hoy.
Todo lo que pensé, todo lo que hice, todos esos sueños, se han mantenido en línea continua hasta hoy.
Mañana será hoy y será ayer.
Que empeño el de control, el de querer tener todo en las manos.
Medir el tiempo, enredarse en empresas sin destino cierto.
Porque si bien vivimos el día de ayer, lo vivimos hoy.
El ayer solo queda almacenado, como datos distorsionados de una realidad unilateral que tomamos por vida.
El ayer nos llena de experiencias, razones y de predisposición.
El ayer castiga al perdón.
El ayer es un fantasma.
El ayer ya no existe.
Hoy no soy quien fui ayer, siempre he sido hoy.
Inventamos el nano, la millonésima, la milésima, centésima, décimas, segundos, minutos, horas, cuartos, medios, días, semanas, quincenas, meses, trimestres, estaciones, semestres, años, década, siglos, milénios, eones.
¿Para qué?
Para procurarnos mas preocupaciones. para procurarnos interacción controlada.
Para encadenarnos a un reloj.
Para limitarnos.
Para una vez mas no ser.
Es impresionante la sensación de seguridad que produce la idea del manejo de nuestras vidas.
Hoy se que haré mañana, a pesar de que el mañana no ha comenzado.
El mañana es una promesa descarada, porque mañana siempre será hoy y en cuestión de tiempo un espasmódico ayer.
El tiempo es el tirano de la libertad.
Agendas, calendarios, relojes, cronómetros, computadores, almanaques.
Todas invenciones, dominatrices de el mundo que nos hemos planteado por ideal, en el cual todos somos lo que no somos.
Mañana seré condenado por mis acciones de ayer.
Muchos nos hemos amarrado al pasado o hemos sido retenidos por la trampa del futuro.
Pero somos pocos los que sabemos lo que es vivir hoy y mas aun, ahora.
La vida se compara a un cigarrillo suavemente fumado a través de una boquilla de marfil tallada a mano, sostenida por un dictador auto impuesto.
Siempre queremos controlar y ser controlados.
Vivimos atrapado en fantasias tan fuertes que las hacemos ciertas.
Ayer, mañana y siempre, será hoy.
Siempre será, ha sido sido y es ahora.
Nacemos con una fortaleza invaluable.
La capacidad de ser sin temores.
Pero le llamo ser fuerte a tener miedo.
A cubrirme de ser herido.
Le llamo ser fuerte a privarme de la plenitud.
Le llamo ser grande a no correr riesgos.
La madurez es un retroceso.
Ese proceso en el cual la vida nos talla para formarnos, nos desgasta.
Nos llena de experiencias, pero nos resta confianza.
Ese proceso al que nos soldamos.
Esa misera existencial se llama tiempo.
Recordamos mucho del pasado.
Planificamos mucho para el futuro.
Pero no aprendemos del hoy.
Siempre es hoy.
Ayer ya no es.
Nunca será mañana.
Dejamos de vivir el ahora por culpa del pasado y dejamos todo para el futuro sin saber si lo tenemos.
Yo nací un día de hoy y casualmente un día de hoy moriré.
Ya no tendré que buscar mas la libertad para amarte, porque la libertad me va a encontrar a mi, el día que deseche mis artilugios de auto-control.
Mientras tanto, seguiré sumido en el terror de vivir a al deriva, sin mediciones de mi ahora.
Te amaré libremente, en un espacio y un tiempo sin relojes.
Por lo pronto, intento convencerme de que sea hoy y no un amor de ayer o mañana.
Dado que no logro desligarme totalmente de las ideas temporales, aun idealizo el almanaque.
Ayer.
Ayer fue ayer.
Hoy.
Hoy es hoy.
Mañana.
Mañana será mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario